Neoviralismo – Jean-Luc Nancy

Desde hace un tiempo que diversas voces tratan de denunciar el error del confinamiento y explicarnos que dejando circular libremente al virus y a las crecientes inmunizaciones obtendremos, con el menor costo económico posible, el mejor resultado posible. El costo humano sería limitado a una ligera aceleración de las muertes previsibles antes de la pandemia.

Cada uno de los ideólogos de aquello que podríamos bautizar neoviralismo –transcripción a nivel sanitario del neoliberalismo económico y social– exhibe su arsenal de cifras y de fuentes que no cesan de ser replicadas por todos aquellos que tienen posiciones cardinales en la información o que están en el centro de la experiencia pandemica. Pero este debate no tiene interés alguno para los neovirólogos, los cuales buscan prescindir de él convencidos de la ignorancia o de la ceguera de aquellos que operan en el corazón de la epidemia. Y no tienen temor en sostener al saber como súbdito del poder, poder a su vez incauto o maquiavélico. En cuanto a los otros, a todos nosotros, para ellos, somos idiotas crédulos.

Es siempre motivo de interés la aparición de maestritos. Con frecuencia llegan tarde, y reescriben la historia. Ellos ya sabían todo. Por ejemplo, sabían que las condiciones de vida en los centros para ancianos con frecuencia son poco atractivos. Pero visto que ya sabían todo, ¿por qué no han apelado a su saber para cambiar aquel estado de cosas? El problema de las condiciones y del sentido mismo de las vidas a veces prolongadas por un ambiente médico y social es una cuestión sabida desde hace tiempo. Pude escuchar personas de una cierta edad plantear este problema. Los escuché también preguntar por qué no se les permite terminar con esto más velozmente.

Dicho esto, toda persona con más de setenta años, aunque sufra una o más patologías, no está por esto virtualmente muerta. Hipotetizando un libre intercambio con el virus, sería el virus el que elija –por no decir nada de aquellos que tienen menos de setenta años, visto, evidentemente, que hay también más débiles. Todo esto sería normal, si no tuviésemos ahora la posibilidad de utilizar medios de protección alguno. Nosotros estamos atascados en el interior del círculo vicioso de nuestra tecnociencia médica. Más sabemos curarnos, más se presentan enfermedades complejas y rebeldes y menos podemos dejar hacer a la naturaleza – naturaleza que bien sabemos a qué miserable estado haya sido reducida.

Pero es propiamente de la naturaleza que hablan sin decirlo los neoviralistas: una sana disposición natural permite liquidar los virus, liquidando a los inútiles y sufrientes ancianos. Se preocupan por explicarnos que esta selección fortalecerá a la especie. Y es propiamente esto que es intelectualmente deshonesto y política y moralmente dudoso. Puesto que si el problema está inscripto en nuestra tecnociencia y en sus condiciones prácticas, socio-económicas, entonces el problema está en otro lugar. El problema reside en la misma idea de sociedad, en sus finalidades y en sus puestas en juego.

Del mismo modo, cuando estos neoviralistas estigmatizan a una sociedad incapaz de soportar la muerte olvidan que ha complemente desvanecido todo lo natural y lo sobrenatural que, hace un tiempo, permitía relaciones fuertes y, en definitiva, vitales con la muerte. La tecnociencia ha decompuesto a la naturaleza y a la supranaturaleza. No nos hemos vuelto frágiles: hemos, más bien, creído haber alcanzado la omnipotencia…

El conjunto de las crisis en las que estamos implicados –y de las cuales la pandemia del Covid-19 es sólo un efecto menor respecto a tantos otros– deriva de la extensión ilimitada de la libre utilización de todas las fuerzas disponibles, naturales y humanas, en vista de una producción que tiene como única finalidad sí misma y su propia potencia. El virus viene a recordarnos que existen los límites. Pero los neoviralistas están demasiado sordos para escucharlo: perciben sólo el ruido de los motores y el graznido de las redes. Así de arrogantes, así de superiores e incapaces de cualquier mínima modestia que se impone cuando la realidad se nos opone y se muestra en su complejidad.

En el fondo, se comportan todos –aun si no portan armas– como aquellos que en otra parte se manifiestan en público exhibiendo fusiles de asalto y granadas contra el confinamiento. El virus debe morirse de la risa. Pero nos parece, sobre todo, para llorar dado que el neo-viralismo nace del resentimiento y conduce al resentimiento. Desea vengarse por los pequeños destellos de solidaridad y por los pedidos sociales que se manifiestan en modos nuevos. Quisiera abortar toda veleidad de cambio en este mundo autoinfectado. Quiere que no sean amenazadas ni la libre empresa ni el libre comercio, virus incluido. Desea que todo esto continúe girando en círculos nutriéndose del nihilismo y de la barbarie bajo las que se enmascaran estas presuntas libertades.

Jean-Luc Nancy
11 de mayo de 2020

Traducción: Juan Cruz Aponiuk

Fuente: https://antinomie.it/index.php/2020/05/11/neo-viralismo/